Así como el Sol constituye el centro y combustible de vida del sistema solar, en la carta natal también cumple una función central para el individuo, es la fuente de su energía vital. Psicológicamente representa aquello que da coherencia a todas nuestras partes, las integra, y por lo tanto si desplegamos la función solar adecuadamente, nos permite sentirnos íntegros. Los arquetipos a los que está vinculado: el Rey o la Reina, el líder, el jefe, y también los ídolos y la fama.
Recordemos que para comprender los planetas en casa XII, primero tenemos que registrar que nos referimos a ellos de acuerdo a cómo los humanos codificamos y manifestamos sus distintas vibraciones desde el inicio de los tiempos. Esa acumulación interpretativa compone las formas que integran la memoria colectiva, los arquetipos, que son los moldes inconscientes según los cuales reaccionamos de maneras diversas a la misma cualidad de determinado planeta.
En el caso del Sol, al estar en la casa XII de una carta natal, su función adquiere una complejidad particular. Dado que es desde donde se irradia la sensación de identidad, si tenemos en cuenta que los planetas emplazados en la XII no nos pertenecen individualmente, es esperable que esta sensación de identidad sea difícil de registrar para la conciencia.
Cuando hay planetas en la casa XII, la totalidad del mandala crea experiencias con esa energía que no son fáciles de asimilar ni de reconocer. De hecho, durante la infancia, esas experiencias suelen resultar demasiado avasallantes para la conciencia. Al no poder procesarse adecuadamente por el psiquismo, en una primera instancia suele darse una negación de la función de los planetas en XII: se tiene la sensación de que uno no cuenta con esa energía.
Con el Sol en XII, la persona está conectada a la memoria colectiva de todas las formas de liderazgo, heroísmo y expresión que sean posibles, e inconscientemente conoce tanto sus instancias exitosas, de brillo, como sus derrotas y fracasos.
Ciertas experiencias, entonces, gatillan la memoria inconsciente acerca de todas las veces que un líder perdió su lugar. Como respuesta, el lado consciente busca referencias que le generen una sensación de “ser alguien”, por lo que es difícil evitar que se cristalice una imagen de sí misma que le genere la impresión de saber quién es. Así, la persona se queda atrapada en ese surco de la memoria colectiva y sin vitalidad solar en circulación. Algo así como si se identificara con una imagen de sí misma que alguna vez fue vital y ahora es una foto vieja.
Por la complejidad de la carga asociada a mostrarse, generalmente la persona con el Sol en la última casa es muy retraída, le cuesta manifestarse y ocupar un lugar central, tiende a introvertirse. Exponer su vitalidad constituye un anhelo profundo, por un lado, pero por otro lado le produce terror. Es común que la figura paterna no la haya apoyado suficientemente de pequeña, sino que o bien haya ocupado él todo el lugar, o sea alguien débil que no le dio seguridad.
Aunque tenga este temor a exponerse, suele estar rodeada de individuos con mucha vitalidad que son protagonistas, carismáticos, por quienes se siente muy impactada o fascinada. De hecho, pueden darse situaciones vinculares complejas con ellos, que a la larga resultan una fuente de gran aprendizaje.
Aunque le lleve tiempo reconocerlo, la persona con Sol en XII irradia inevitable e inconscientemente un gran caudal de energía solar, por lo tanto los demás proyectarán a menudo en ella la función que le corresponde. Sentirá entonces la ambivalencia de quedar en el rol de organizar a otros desde una posición central (asimilable al arquetipo del Rey-jefe), pero a su vez conocer inconscientemente que esa función contiene todo el arco de ascenso y caída (que puede se la puede aplaudir pero también abuchear), por lo cual preferirá evitarla.
Hacer consciente esa ambivalencia, en términos de maduración, implica un salto psíquico cualitativo porque significa pasar a una segunda instancia, en la que se está en condiciones de anular las proyecciones más primarias. Luego, en una tercera fase, a partir de reconocer la capacidad de centrar a los demás, se puede cumplir la función solar al contactar con el “sí mismo” del otro e incluso darle un cauce vocacional a esta capacidad. Así, la persona puede dedicarse a encarnar distintos personajes como actor, o ayudar a organizar psíquicamente a otros seres como terapeuta, por ejemplo.
En todo caso, el desafío con el Sol en XII es evitar creer que el que organiza a los demás soy “yo”, sino que es la sensibilidad la que opera para saber cómo contactar con aquello que los otros necesitan para centrarse y desplegar su vitalidad. De esta manera se podrá ir adquiriendo la capacidad de cumplir la función solar cuando sea requerida por los sistemas vinculares que uno integra, y luego retirarse a tiempo.