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La casa XII no es un área concreta de la vida, sino una vibración que conecta a la persona con la memoria colectiva a través de sus antepasados. Incluso si no hay planetas, la cúspide de la casa está en un signo, que es como si fuera su música, y ese signo que le da su cualidad a la casa XII tiene el efecto de un canto de sirenas: produce ciertos anhelos que no son conscientes. Si por ejemplo la cúspide de la casa XII está en Cáncer, el anhelo de pertenencia incondicional a la familia y a los grupos de los que la persona forma parte es intenso y a la vez casi imperceptible para ella misma. Por un lado la energía de la casa XII es lo que nos vincula al inconsciente colectivo, pero su energía también produce una fascinación y un terror que se sienten particularmente. En el caso de Cáncer, y más aun si la Luna estuviera en la casa XII, la calidez del afecto resulta muy atractiva y el abandono puede ser la peor pesadilla. A medida que se los reconoce y explora, estos anhelos pueden consumarse y la persona puede estar dispuesta a una experiencia ya no anhelada sino desconocida, nueva, ligada al ascendente.

Cuando un planeta está en la casa XII de una carta natal, la persona tiene en su sistema la suma de todas las experiencias posibles ligadas a la función que ese planeta representa. Por lo tanto, en su inconsciente está íntimamente ligada con la memoria de la humanidad acerca de todas las formas posibles de esa función. Lo que le queda por hacer a la persona con un planeta en XII entonces es llevarla a la consumación: agotar la experiencia posible en el plano de las formas para que se produzca una síntesis profunda y la conciencia se identifique con la energía más allá de su forma, agotar la colección de los arquetipos del planeta y expresar solo su función.

Esto es un desafío particular para la psiquis dado lo complejo que le resulta vivir en el plano de las cualidades, vibraciones y funciones. Prefiere el plano de las formas, que incluso antes de concretarse, está compuesto por imágenes. Una manera de capturar energía y traducirla a una forma que tiene nuestra psiquis es creando arquetipos. El arquetipo es una forma sutil, la forma que los humanos le dimos a la energía a través de los milenios, por lo tanto es un recorte, una fragmentación. Una de las dificultades básicas de los arquetipos es que al aparecer en la conciencia, excluyen las cualidades complementarias, como si se tratara de una cualidad o las otras, en lugar de ser todas ellas parte de un sistema perfectamente equilibrado.

La síntesis pendiente cuando un planeta está en XII tiene que ver con que, en tanto terreno del inconsciente colectivo, nos pone en contacto con el hecho de que la humanidad todavía está polarizada, por lo tanto la polarización funciona en uno. Se siente apego a ciertas experiencias y pánico a otras. Atravesar esta polarización para agotarla es una experiencia muy distinta a la experiencia de culminación que implica un planeta en la casa X y a la manifestación de experiencia nueva que significa un planeta en el ascendente. En este caso la forma ya no se crea, ni se encuentra en su plenitud, sino que se disuelve y se vuelve posible puede captar y expresar su cualidad profunda subyacente.

Si la persona se atreve a experimentar la energía de su casa XII y hacer la síntesis a pesar del miedo que produce al principio de su vida, llega a irradiar lo más esencial de ella, una sabiduría tan innata acerca de esa temática que ninguna forma que tome resulta ajena, pero tampoco imprescindible. Se vuelve algo instalado y vibratorio. Pero para eso, primero deberá afrontar la dificultad de organizarse psicológicamente que implica un planeta en XII, ya que la conciencia resuena con esa energía en un nivel arquetípico de tal volumen, que es muy difícil bajarla a tierra.

Entonces pasará necesariamente por la sensación de no tener esa función en principio, luego sentirá que está rodeado de ella y recién al absorberla de su entorno podrá ver cómo a veces el arquetipo se activa dentro de sí misma y la despersonaliza, como si la tomara. Llegada a esa instancia, hay dos opciones: metabolizar la experiencia, comprenderla mucho más a fondo y desarrollar la sabiduría latente al respecto, o aterrorizarse y volver para atrás.

Sentir que uno no tiene el planeta que está en la casa XII es una consecuencia de lo fuertes que son la fascinación y el terror que produce; polarizarse y comportarse exactamente al revés de lo que la manifestación de esa energía propone es una forma de defenderse. La conciencia prefiere paralizar la función en lugar de desplegarla. La persona tiende a recluirse para minimizar el juego de la transferencia. Quienes tienen Urano en XII suelen ser comportarse de manera muy saturninas, por ejemplo, y quienes tienen Venus en XII pueden mostrarse muy activos, marcianos, o lunares. Es un balanceo inconsciente.

Sin embargo, como la energía sí está presente, y de hecho tiene una gran carga, aparece en el entorno. La persona con un planeta en XII está constantemente rodeada de todos los casos posibles de esa función, porque atrae aquello que encarna los fragmentos del arquetipo. Por ejemplo si el Sol está en XII, es común que en su entorno haya gente con una presencia radiante, protagonistas naturales. Además la persona funciona como un imán de las proyecciones de otros respecto de esa energía, como si fuera un intensificador del inconsciente de los demás. Con el mismo ejemplo: todos sienten que se organizan y ven con mayor claridad quiénes son cuando entran en contacto con un Sol en XII.

Si en lugar de que la energía que estas personas y situaciones traen nos resulte abrumadora, pudiéramos observarla profundamente como manifestación de la conciencia identificada con ciertas formas, sería posible hacer así la síntesis de la energía. De esta manera el planeta empezaría a activarse. Pero para activar la sabiduría acerca de su función, primero hay que admitir que uno es un investigador de esa cualidad, y resignar la predilección inconsciente por ciertas experiencias y el rechazo a otras, hay que amar todas las experiencias que toque vivir relativas a esa temática porque nos acercan un poco más al corazón de su energía pura.

Con esa aceptación es posible vencer el miedo a la sombra que aparece apenas se activa el arquetipo y descubrir otras respuestas, nuevas, creativas, que estén fuera de la huella que trazó la experiencia humana. En relación con la casa XII, cuanto mayor es la capacidad de identificación compleja y sutil en el cuerpo individual, mayor respuesta energética hay. Lo importante es deshacer la forma de la experiencia para ir encontrando la esencia, la cualidad, y así poder irradiarla sin esfuerzo. Por eso es útil cada ocasión en la que el arquetipo se presente y revele aquello en lo que uno y el resto de la humanidad están girando en falso: se trata de una oportunidad para investigar estas figuras evanescentes e insidiosas, pero llenas de sabiduría si se aprende a extraerla. Al conocer, tocar, ver y atravesar el arquetipo, es posible vaciarlo de su hechizo, comprender sus secretos y acceder a la cualidad que tiene detrás.

Comprender cómo drenar esta energía para llegar a su cualidad conduce a su expresión vocacional. A medida que se le pierde el miedo a la energía de la casa XII y se hace un trabajo con ella, ingresa a la vocación. Realizar un aprendizaje profundo acerca de determinada energía hace al servicio que la persona tiene para dar, hace que irradie en el plano de la función algo que sirve a los demás para comprender los malentendidos en los que están enganchados. Con su expresión vacacional, la gran carga de esa energía se va a acomodando y se puede utilizar personalmente de una forma que no sea perturbadora.

Se trata de quedar vacío para esa experiencia, que no quiere decir realizarla ni reprimirla. Quedar vacío de la experiencia arquetípica lleva a algo nuevo porque el vacío vuelve a llenarse, ahora con información de otro nivel. Uno comienza a liberarse de las consecuencias de las tramas de siempre y la energía empieza a fluir, a irradiar, sin quedar atrapada.